Voy a ver un departamento en el que vivía y por el que sigo
pagando arriendo. Camino por la orilla del cerro Santa Lucía, me encuentro de
frente con un anciano que pasea a su perro. El edificio se ubica en Vicuña
Mackenna con Eulogia Sánchez, donde de hecho viví a principios del dos mil.
Saludo al conserje y comienzo a subir las escaleras, que a diferencia del
edificio original, son de madera y están dispuestas en un espiral
cuadrado.
Cuando llego al departamento, descubro que hay ruido de gente
detrás de la puerta. Se asustan mucho cuando me ven entrar y yo les pregunto
qué hacen ahí. Una de las muchachas me cuenta que paga arriendo mensual. No
tardo en averiguar que mi amigo, a quien le dejé encargado el departamento para
que lo cuidara, lo tiene en arriendo y se queda con el dinero. Les digo que no
se preocupen, porque no las echaré a la calle. Decido arreglar el asunto con mi
amigo.
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