Friday, January 20, 2017

Sueño del 20 de enero

Estoy preparándome para ir a una tocata, dando vueltas en la casa de un amigo. La casa tiene muy pocas luces prendidas y a ratos pasa gente desconocida en dirección a la cocina. Luego pasan de vuelta. No miran ni saludan. Yo tampoco. Tengo ganas de cantar algo de Bowie esa noche, así que comienzo a tararear Five Years, tratando de recordar la letra. Voy a un espejo que está a nivel del suelo y me fijo en mi atuendo: unos pantalones calipso ajustados y zapatos de plataforma... ¿en qué momento me puse esto? Recuerdo que venía de una fiesta anterior, a la cual había llegado atrasado (como a la tocata que me espera, probablemente). Una amiga comenzó a correr sillas, improvisando una pista de baile. El único equipo musical que había era una radio cd. Como siempre, me doy a la tarea de poner música, pero no encuentro ni un maldito cd.
Cuando salimos de la casa entra un tipo, sin saludar, claro. Afuera ya no es de noche, sino que atardece. Mi hija va un poco más adelante. Vamos arrastrando cosas, haciendo mucho ruido. Una amiga está en la vereda, mirando hacia una casa. Me saluda y me dice algo que no acabo de entender. Solo me fijo en su cara, naranja por el solarium. Cuando llegamos a la esquina ya es de noche. Se acerca un perro pequeño que comienza a dar aullidos cortos y con distintas entonaciones, como si estuviese hablando. Luego se acercan más perros. Sale otro que también comienza a hablar. Yo me siento en el suelo a charlar un rato con ellos. Llamo por teléfono a un amigo, que me dice que ya está en el local y que está todo tranquilo (es decir, aún no ha llegado nadie). Sigo arrastrando mis cosas. Cuando llego al lugar, veo a mis compañeros que descargan instrumentos y amplificadores desde una camioneta negra. Entro por el pasillo y está todo oscuro. Hay gente sentada en el suelo. Voy directamente a la barra. Alguien me agarra los pies y yo pateo hacia adelante para que me suelte. En la barra adivinan lo que quiero y me sirven un vaso. Se acerca un fotógrafo que me dice que las fotos fueron publicadas con un contraste diferente al que él quería. Dice otras cosas que no recuerdo. Está muy borracho. Emprendo mi camino hacia la salida. Nuevamente es el atardecer. Ahora veo más claramente el lugar. Hay racks de equipos musicales amontonados a ambos lados. Entre ellos descubro un receiver que vendí hace poco. Funciona de maravilla. Una vez en la calle, veo a una mujer embarazada (la conozco, es mi ex jefa), que se nota muy preocupada. La saludo y me sorprendo al comprobar que sobrepasa mi altura por una cabeza o más. No recuerdo que fuese tan alta. ¿El embarazo hace que las mujeres crezcan? Ella sube a un auto, se pone audífonos y se va rápidamente del lugar, sin despedirse. Vuelvo hacia adentro, donde encuentro a una ex novia que me pregunta por los caracoles. Me dice que hay gente que sabe leerlos. En eso, por el marco de la puerta del ala izquierda del pasillo de entrada, aparecen tres o cuatro caracoles avanzando en diagonal, de forma paralela, hacia la izquierda. Tomo uno de los caracoles y me fijo en su cuerpo, que se abre. Es muy rugoso. Palpita. Es un caracol gigante. Debe medir dos palmas juntas, por lo menos. De esto hablaba la mujer. Leer los caracoles, vaya.