Monday, March 26, 2012

Sueño del 25 de marzo

En la escena final de mi sueño caminaba por Camilo Henríquez, de noche. Las veredas eran más anchas y no había mucha gente. Unas personas venían en sentido contrario; estaban disfrazados con unos atuendos rarísimos. Uno tenía un tocado gigante en la cabeza, como esos guardias ingleses. Yo venía vestido con una manta, parecida a la de Clint Eastwood y tenía los audífonos puestos. Venía de otros dos o tres sueños, en distintos lugares y con distinta gente. En el primero, llegaba a una casa antigua de varios pisos, donde tenía que trabajar haciendo clases. Luego me daba cuenta de que también vivía ahí, junto a mi padre y a mi hermana. Me paseaba por los pasillos en el día, y yo había nadie. Solo el ruido del viento en las ventanas abiertas y pósters antiguos con mujeres semidesnudas. Se hacía de noche. Veíamos una película donde unas personas se encontraban otras personitas diminutas -como en aquel poema de Bukowsky o alguna cinta de Lynch- pero sin querer mataban a una, en la puerta de una discotheque sadomasoquista frecuentada por actores de la tele. Entonces la pareja responsable de la muerte decidía cambiar a su madre (vivían con la suegra), porque alguien debía ocupar el lugar de la personita. Quedaban todos felices, menos el nieto, que juraba vengarse por la desaparición de su abuela. Luego el niño crecía y andaba en bicicleta sobre mesas de vidrio. Yo le decía que tuviera cuidado y de pronto me daba cuenta de que me salían pequeños gusanos en el brazo. Disimuladamente sacaba uno y lo aplastaba. TAL COMO EN LAS TRES CORONAS DEL MARINERO. Luego me iba de ahí y estaba en la calle, sentado en un pupitre con una lámpara. Estaba lleno de gente esperando a que abrieran un negocio. Yo vaciaba mi billetera, sin importar si me estaban viendo. Cuando me iba, veía un gran canasto con tubos y envoltorios plásticos con forma de caballo. Eran negativos para fotografía, o algo así. Papel fotográfico.

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